Un mundo de formas y figuras que capturan la esencia de la existencia humana, haciéndonos espejo.
La máscara, símbolo de ocultación y revelación, se erige como un puente entre la identidad pública y la privada. Del mismo modo que la máscara danza entre lo conocido y lo desconocido, este mundo de formas explora el abismo entre lo aparente y lo subyacente. Lo real y lo irreal.
Estos seres esculpidos en la eternidad, se convierten en portales hacia un mundo desconocido, revelan capas de significado que residen en la profundidad de la psique humana. Los personajes exploran sus deseos y emociones transmitiendo un ambiente enigmático y a veces perturbador. Se convierten en el reflejo tangible de las emociones ocultas, de las sensaciones, de la sexualidad oculta y los deseos reprimidos. Algunas se transforman en curvas sensuales y líneas sugestivas que insinúan pasiones que a menudo se mantienen en secreto.
Estos seres cobran vida ante los ojos del observador, cada ángulo ofrece una nueva perspectiva, cada sombra proyecta una emoción distinta.
Las expresiones de cada uno de los personajes simbolizan las emociones de los seres humanos, reflejando aspectos ocultos y misteriosos que a menudo permanecen ocultos detrás de las expresiones cotidianas.
La identidad oculta se vuelve tangible, el deseo se convierte en forma y la escultura se convierte en un portal hacia nuestra verdadera existencia humana, es decir, hacia nosotros mismos.
– Rebeka Nadir
“Hace rato que un lúcido pensador, Alexis Carrel, habló de nuestras múltiples personalidades, de las cuales matamos alguna cada día para que (en virtud de compromisos-límite no siempre explicables) la que hemos elegido para llenar nuestra misión en el mundo, siga viviendo.
Claro que eso de “matar” es una figura poética: esos otros yos encadenados, vedados, amordazados, siguen sin embargo viviendo. A veces, los sublimamos. Pero por lo común, nunca mueren. A lo sumo, duermen. Y a menudo, ni eso. Y dentro del hombre aparente siguen su vida sonámbula, y se divierten organizando las nocturnas mascaradas de los sueños. Pocos nos detenemos a pensar que, por lejos que nos hallemos de un teatro, aunque no hayamos entrado en uno de ellos nunca, somos siempre actores, representamos un personaje que elegimos y llevamos a cuestas como una armadura de hierro. Extremando la comparación, casi podríamos decir que, no es en el teatro, sino en la vida donde juega la máscara” – Josefina Plá
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