Enterrar libros para salvarlos y salvarse fue una práctica común durante los años del Conflicto Armado Interno en Guatemala.

 

Nací el año que se "firmó la paz":1996. Nunca sentí temor de leer lo que se me antojara. Sin embargo hace unos años (2018) descubrí en el ático de mi casa un paquete de libros. Preguntando,  descubrí que mi mamá y sus hermanos enterraron varios libros en el terreno atrás de mi casa y escondieron otros en el ático a principios de los años 80s. Mi abuelo acababa de salir al exilio y temían que alguien viniera a buscarlo y encontraran estos libros en la biblioteca familiar.

 

Un año más tarde, durante una conversación con Mayarí de Lion, descubrí la historia de la biblioteca de su padre, el escritor Luis de Lion (desaparecido). Su colección de libros, aunque pequeña, siempre estuvo a la disposición de los pobladores de San Juan del Obispo y era muy apreciada por estos. Esos libros, por el hecho de existir, le podían costar la vida. Algunos de ellos fueron resguardados por los pobladores y otros fueron enterrados. Sembraban maíz y frijol para ocultarlos.

Como Luis de Lion o como mi familia, muchas personas resistieron, entregaron sus libros a la tierra y los resguardaron como los tesoros que eran.

Tomé tres de estos libros y enterré de nuevo. Sembré sobre ellos maíz, frijol y rábano, como se solía hacer. 

 

La pieza fue presentada durante la exposición Letra y Tinta en honor a Luis de Lion.

La pieza se acompaño de tres grabados, los cuales sirvieron como registro de la obra efímera.